Archivo que anida silencioso
Por Carina Cagnolo
En la imagen se alza monumental un palacio de estilo imponente, con su enorme nave y sus cúpulas. El frente se abre a una escalinata amplia que culmina en una espaciosa vereda. Hay algunas personas conversando allí, cerca de las escalinatas, y más allá, al costado, en la plazoleta donde una fuente central despliega hilos de agua. Las luminarias y señaléticas callejeras también llaman la atención por sus inhabituales formas. Alrededor, alcanzamos a ver algo del emplazamiento urbano, quizás céntrico del palacio que, no obstante, sobresale en altura y estilo sobre el resto de las construcciones. El edificio convoca a los habitantes del lugar. Hay hombres que portan sombreros de copa y mujeres con vestidos elegantes. Un niño tira de un carro de madera de juguete. La imagen muestra un ambiente diáfano, donde las gentes del lugar conversan amigablemente. El tiempo parece transcurrir ocioso entre los burgueses.
La imagen que describo es la fotografía de un dibujo en negativo, el proyecto para el Palacio Municipal de la ciudad de Villa María que Francisco Salamone realizó en 1932, y que no llegó a construirse. En su lugar, el propio Salamone proyectó la plaza central que tiene hoy el nombre de Plaza Centenario, considerada la mejor plaza de Sudamérica.
Marcos Goymil rescata la imagen negativizada del dibujo de Salamone de los arcones de la administración estatal, y realiza una copia fotográfica. Obtiene un positivo y luego la reproducción en negativo nuevamente. La imagen está dividida en partes, en varios encuadres, que Goymil enmarca y reorganiza, obteniendo en el montaje final la imagen completa constituida ahora por fragmentos. Toda obra no construida es una ruina es un proyecto artístico sobre el proyecto inconcluso de Salamone, rescatando del arcón municipal la historia de un fracaso y la memoria de una sustitución.
El arquitecto celebrado
Desde hace algún tiempo, la figura del ingeniero-arquitecto italo-argentino Francisco Salamone (1897-1959) está siendo estudiada y puesta en valor bajo la luz de miradas celebratorias y entusiastas. El enorme desarrollo arquitectónico (sobre todo en la provincia de Buenos Aires), las formas disruptivas de sus construcciones provocan una particular fascinación. Sus imponentes edificaciones se alzan en las extensiones de la llanura como extraños colosos arquitectónicos, cuyas grandes formas de cemento llaman la atención desde la lejanía.
Tras transitar sus primeros años en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Salamone estudió arquitectura en la ciudad de Córdoba y es por eso, quizás, que algunos de sus primeros proyectos fueron realizados en las cercanías de la capital provincial.
En los albores de la década de 1930, se vivía una atmósfera de bienestar y progreso que alentaba a ciertas administraciones públicas a planificar obras fastuosas y monumentales. Tal es el caso de la Municipalidad de Villa María, que contrató a Salamone para realizar el proyecto de lo que sería la sede del Palacio Municipal, un palacete de estilo europeo diseñado para ocupar un espacio central de la ciudad.
Lo que muestra la imagen del proyecto es el síntoma de una representación ciudadana autosuficiente, que vislumbra una planificación urbana de rasgos metropolitanos, aun siendo una ciudad pequeña. O, al menos, podemos atribuir esta conciencia a los estratos de poder de la ciudad; gobernantes y clases dominantes. Aun con un avance pormenorizado (existen documentos y libros de obra que atestiguan con detalle el proceso de trabajo), se interrumpió el desarrollo del proyecto debido a la oposición de la ciudadanía por el enorme gasto que significaba y por las sospechas de corrupción.
En el sitio donde se pensaba construir la sede municipal, el mismo Salamone proyecta la Plaza Centenario construida en 1934. Su particular estilo, de formas futuristas y brutalistas, elementos Art Nouveau y Art Decó se acerca mucho más a la obra inmediata posterior del arquitecto, aquella que desarrolló sobre todo en varias localidades de la provincia de Buenos Aires. La concepción del diseño de luminarias, bancos y fuentes de agua otorga a la Plaza Centenario la singularidad que marca el reconocimiento del arquitecto, e inicia un estilo que se identifica en diseños posteriores.
Archivo que anida silencioso
(...) el archivo ya no nos permite diferenciar entre memoria y proyecto, entre pasado y futuro. (…) El archivo de formas pasadas de la vida puede convertirse, en cualquier momento, en un plano para el futuro. Al guardarse en el archivo como documentación, la vida puede ser revivida nuevamente y reproducida dentro de un marco histórico, siempre que alguien decida emprender tal reproducción. El archivo es el lugar donde el pasado y el futuro se vuelven intercambiables. (Groys, 2014, 81)
Nuestra misión es recolectar todo y quedarnos con ello para siempre. (Ira Hunt, director de la CIA, 2013)
No en vano Boris Groys analiza la noción de proyecto desde su fuerte relación con el tiempo, y, sobre todo, con el futuro. Es que, etimológicamente, la palabra proyecto proviene de proiectus, donde pro es “lanzar”, y iectus, “hacia adelante”. Diseñar un proyecto es, entonces, lanzar hacia el porvenir la configuración de una realidad que se instala en el futuro. Dice Groys: “el autor del proyecto ya conoce el futuro porque el proyecto no es más que su descripción” (74). Cada detalle previsto es lanzado como un proyectil hacia adelante, y su parábola culmina donde se deposita la materia, en la entidad de la cosa hecha, en la forma de la presencia.
Hay proyectos que no alcanzan el momento de su concreción, que fracasan o se desvanecen en la imposibilidad de su realización. Incluso algunos, con el tiempo, pueden convertirse en memoria, en fantasmas que merodean en los vagos decires de algunos. “Cuando un proyecto se rechaza parece que carece de futuro, (…) se produce un desvanecimiento de todo lo que no se lleva adelante”, afirma Groys (70).
 Sin embargo, el proyecto fracasado o inconcluso admite otra forma de subsistencia: el archivo. Todo proyecto no realizado conserva latente la esperanza de ser rescatado de los arcones materiales de la memoria. Si el archivo es la forma física de cierta parte de la memoria social, si constituye un fragmentario resguardo de la vida de otros tiempos, entonces anida, silencioso, las formas de nuevos proyectos.
Un proyecto se desvanece, su corporalidad se vuelve efímera, fantasmagórica. Pero no muere completamente, no desaparece del todo; deja una estela espectral, imagen latente que resguarda, como si fuera una información genética inscripta en un embrión, la forma de un futuro en potencia.
Rescate, sustitución y anarchivo 
Uno puede incluso afirmar que el arte no es nada más que la documentación y representación de tal proyecto basado en una temporalidad heterogénea. Mientras que históricamente esto significaba documentar la historia divina como un proyecto para la redención del mundo, hoy en día se trata de proyectos individuales y colectivos para diversos futuros. En cualquier caso, la documentación estética ahora le concede a todos los proyectos no realizados o irrealizables un lugar en el presente sin forzarlos a hacer un éxito o un fracaso. (76)
El trabajo artístico de Marcos Goymil se caracteriza por una constante: sus proyectos son exhaustivas investigaciones, visuales y conceptuales, sobre los temas que le interesan, generalmente realizados mediante la fotografía. Sus procesos actuales tienen una importante dedicación al trabajo de archivo y a la búsqueda del conocimiento sobre aquello que conforma el objeto de su producción artística. Muchos de estos proyectos focalizan momentos particulares de la historia reciente. En algunas de sus últimas producciones, sus temas de interés tienen relación directa con su contexto de vida, su ciudad, Villa María y la región.
Hay una insistencia en estos trabajos de Goymil: desde la investigación de archivo, con la fotografía como medio, expone la tensión que existe entre la historia de las instituciones y lo singular de sus propios objetos de estudio, documentos, patrimonios o archivos. Estos trabajos presentan también una emergencia crítica implícita en la exposición del fracaso de aquellos proyectos que, bajo cierto gesto promisorio, conformaron el proceso identitario de una ciudad, una región, una nación.
En Toda obra no construida es una ruina se devela –explícita o solapadamente– el deterioro de las instituciones camuflado bajo la pátina de un proyecto utópico. La imagen que presenta es una fotografía de las placas en negativo del dibujo proyectual de Salamone para la construcción del Palacio Municipal. Esta copia de la copia, que a la vez se mantiene en negativo en el resultado final, funciona como una metáfora conmovedora de la construcción de archivo de la civilidad contemporánea. Si todo proyecto es “una particular visión de futuro”, la parábola temporal que se forma entre la fotografía original del dibujo de Salamone y la copia de Goymil refleja un futuro no concretado. Las fotografías de Goymil permiten un desplazamiento temporal hacia atrás, hacia el punto de inicio del devenir del proyecto en la historia de sí mismo. La copia actual muestra la imagen utópica de un porvenir sustituido, pero a la vez, en tanto proyecto nuevo, libera hacia adelante una nueva visión sobre el mañana. Porque en cuanto se devela el carácter de inconcluso, la ausencia material de aquel porvenir, podemos también mirar las actuales ausencias y sustituciones de promesas diluidas.
Ciertas analogías entre el proyecto de Salamone entonces y el de Goymil hoy parecen reforzar el carácter procesual de cada uno. Salamone no pudo concretar su diseño; en cambio, realizó una sustitución: el palacio por la plaza. La dificultad conlleva finalmente la inconclusión del proyecto original, la obturación de ese futuro particular. Para Goymil, emular la imagen negativizada del dibujo copiada en placas de vidrios conlleva, en la actualidad, numerosas dificultades. Es necesario salir de la imagen digital, es menester volver atrás y recurrir a los conocimientos pasados de la técnica fotográfica. La imposibilidad consiste en no lograr fijar la imagen a la placa sin que se desvanezca, un problema común en la historia de la fotografía analógica.
Las comparaciones se entretejen desde la perspectiva concreta de la dificultad técnica que puede atribuirse a la realización de los proyectos. En gran medida, las formas monumentales de la arquitectura de Salamone tuvieron una relación directa con los encuentros heurísticos con la técnica: el uso del hormigón líquido y el encofrado, que le permitieron realizar grandes estructuras de cemento. Por su parte, Goymil debe hoy realizar un proceso experimental con colegas de otras áreas de conocimiento para encontrar las soluciones químicas necesarias para fijar la imagen a la placa de vidrio.
Por otro lado, el título Toda obra no concretada es una ruina es, en sí mismo, una sentencia paradojal. Un proyecto que no se concreta se convierte en escombro de un tiempo pasado, en ruina. Hay algo sobre el futuro no realizado que se vuelve distópico. Si un proyecto se diluye en la inconclusión, obtura su propio futuro material y, desde esta perspectiva, equivale simbólicamente a su destrucción. La destrucción material de un edificio implica su demolición que deja escombros, restos. Metafóricamente, este proyecto inconcluso de Salamone anula el destino civilizatorio a la manera de una cultura arrasada, destruida y convertida en ruina. Toda ruina, a la vez, puede convertirse en patrimonio, en documento, en archivo que ensaya un ordenamiento del pasado. El archivo es entonces ese punto de inflexión entre proyecto y ruina, entre tiempos heterogéneos, tal como expresa Groys.
La sustitución es un concepto clave, ya que aparece como un intento de abolir el sentimiento melancólico que deja la ruina como efecto del proyecto desvanecido. La imposibilidad de concreción del palacio dio lugar a múltiples sustitutos de ese futuro planeado y esperado. El edificio fue sustituido por la plaza, pero a la vez el proyecto se reinicia bajo otra forma: la imagen que recupera Goymil, resultante de un nuevo proyecto artístico. La sustitución deja una estela fantasmal.
El archivo es un medio, es la forma tangible de la parábola entre tiempos heterogéneos. Aquello que el proyecto lleva hacia el porvenir equivale a lo que el archivo lanza hacia la memoria histórica. El archivo podría, también, conformar una especie de intersticio entre corporalidades. Salamone y Goymil es la más obvia, pero quizás la que menos interesa aquí, ya que no se trata de poner el foco sobre los autores. Otro tipo de cuerpos y corporalidades resultan reveladores: el palacio y su imagen, el monumento como imagen de autoridad y el detalle mínimo de la línea blanca sobre negro, el hormigón y la emulsión de plata, el proyecto fracasado y el proyecto realizado, el dibujo proyectual como dispositivo civilizatorio y el dispositivo del montaje expositivo como ápice de la potencia crítica.
Es conocido el diagnóstico sobre la compulsión de archivo que viven las sociedades actuales. El denominado “archival turn” emerge con particular fuerza en las ciencias sociales, las artes y las humanidades, convirtiendo la “cuestión del archivo” en “un eje transversal en la reflexión crítica de las distintas áreas” (Tello, 2018, 11). Pero esta vigorizada corriente tiene su correlato antitético, la forma anarchivista: “en contraposición al orden reclamado por los archivos históricos y culturales de nuestra civilización”, el anarchivismo sería un “movimiento que altera los sistemas normalizados de organización del mundo sensible y sus registros” (Tello, 2016, p. 56). Son, quizás, las prácticas artísticas las que mejor resumen el potencial crítico del anarchivo. El arte emula formas de archivos, modelos clasificatorios para exponer las paradojas, la imposibilidad de fidelidad con el origen, la no concordancia entre memoria subjetiva y documento concreto, etc.
El trabajo de investigación de archivos es fundamental en el proyecto de Goymil. En Toda obra no construida es una ruina la recuperación de estas imágenes del olvidado arconte municipal constituye finalmente la forma y el tema de su proyecto. Pero pienso, más bien, que el rescate de archivo conforma en la concreción de su obra un gesto anarchivista que “estremece las ensoñaciones archivísticas” (p.12) de mantener en orden y resguardo el mundo conocido y, por lo tanto, es allí donde reside la crítica.
Goymil no es un arconte, un guardia de archivo que revela un momento de la historia para celebrarlo o para velar por la fidelidad del origen. En su trabajo, despiertan las razones de un fracaso, y con este gesto no solo echa luz sobre un momento particular de la historia y las reflexiones venideras, sino que nos enfrenta a la pregunta sobre aquello que, como sociedad, anhelamos, imaginamos y diseñamos para nuestros futuros.

Referencias
Tello, A. (2018) Anarchivismo. Tecnologías políticas del archivo. Ediciones La Cebra.
Groys, B. (2014). “La soledad del proyecto”. En Volverse público. Caja negra



Políptico de 13 piezas. Fotografía digital, toma directa a partir de negativo en placa de vidrio. Impresión tintas de pigmento sobre papel de algodon / 118 x 212 x 4 cm / 2021.
Instalación (caja de luz, negativos fotográfico en gelatina de plata sobre vidrio enmarcados y base de madera)
66 x 190 x 31 cm.

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